Sergio Massa se tomará las próximas horas para definir la instrumentación del «dólar Qatar«. Su equipo de colaboradores, y también desde el Banco Central, le llevaron al ministro distintos informes sobre el impacto de un nuevo avance en el desdoblamiento del tipo de cambio. Los tiempos apremian: el titular del Palacio de Hacienda no quiere dilapidar la momentánea tranquilidad que ganó con el ingreso de divisas del «dólar soja«, pero en el gabinete económico admiten que la situación luce al límite.

Una de las propuestas que le llevaron a Massa implicó un dólar «tarjeta» cercano a los $300, que podría significar un ahorro de no más de u$s200 millones mensuales.

Parece muy poco si el propio Gobierno estima que durante el mes del Mundial podrían irse más de u$s1.300 millones -casi el doble que el mes pasado- por los gastos de argentinos viendo a Messi en Qatar.

Lo peor es que semejante movida implicaría además un nuevo salto de los dólares alternativos, que ya cotizan por arriba de los $300 y que tendrían más argumentos para escalar si el Gobierno blanquea un piso de ese mismo valor para los gastos en el extranjero.

¿Y entonces? La decisión es problemática -por eso mismo, Miguel Pesce siempre postergó una medida de este tipo-, y podría ser traumática si el ensayo sale mal.

Ya no hay tiempo para dilaciones

El ministro está buscando con sus colaboradores la alternativa que tenga los menores costos. Ninguna decisión es gratuita, pero está claro que la actual dinámica no admite más demoras. Básicamente, porque, después de un mes promisorio en el ingreso de divisas a las reservas, esos dólares terminarían muy pronto fuera del BCRA.

El escenario de una devaluación abrupta y descontrolada quedó marginado en las últimas semanas gracias al ingreso extraordinario de divisas del «dólar soja». Un escenario irrepetible.

En lo que va del mes -a falta de cuatro días hábiles-, el Central ya compró un neto de u$s3.600 millones. Massa quiere utilizar ese colchón para robustecer su plan de estabilización.

La pregunta es cuáles son las medidas que terminarán por convencer al ministro. Todas conllevan un serio riesgo: pueden marcar el inicio de una estabilización más duradera -sobre todo si se asegura el ingreso permanente de divisas, como a través de un dólar turista que al BCRA le permitirá captar los dólares que traen los turistas brasileños y uruguayos, por caso-. Pero también podrían desembocar en una aceleración inflacionaria con final desconocido.

El efecto «búmeran»

En su último reporte, la economista Marina Dal Poggetto destaca una cuestión que tendrá relevancia, a partir de la próxima semana, a la hora de evaluar los dólares de los que dispone el Banco Central.

Se trata de una medida que fue tomada meses atrás, con el objetivo de «patear para adelante» los pagos en dólares de las empresas, pero cuyos vencimientos empiezan a caer ahora, con el final de septiembre.

Es la deuda comercial que contrajeron los importadores que fueron obligados a postergar pagos por 180 días. La medida acaba de ser extendida hasta fin de año por Miguel Pesce.

Pero eso no quita que aquellas compañías que postergaron pagos hace seis meses, ahora tengan la obligación de pagar. Son dólares que el BCRA les tendrá que otorgar sin mayores dilaciones.

De acuerdo a las estimaciones de Dal Poggetto, la deuda comercial ascendería a unos u$s5.600 millones. Como puede apreciarse, el partido más relevante por los dólares del Banco Central no se juega en Qatar sino en la mismísima Argentina.

El golpe en la actividad

La escasez de divisas tiene un doble impacto que va interconectado: las trabas a las importaciones deviene en un enfriamiento de la actividad económica ante la caída de la producción. Y también pega sobre los precios. Buena parte de la dinámica inflacionaria se vincula con la incertidumbre y el agrandamiento de la brecha cambiaria.

La suba de los precios parece inatajable: en las últimas cuatro semanas -medido punta a punta-, la inflación de los alimentos trepó al 8,6%, uno de los niveles más elevados de los últimos meses.

En la secretaria de Comercio monitorean el escenario: individualizaron casos de incrementos de hasta 20% en una sola semana.

En este contexto, el consumo masivo -alimentos, bebidas y productos de limpieza personal e higiene- empieza a dar los primeros indicios de lo que viene: un enfriamiento de la actividad económica por culpa de la aceleración inflacionaria.

De acuerdo al monitoreo de la consultora Scanntech, entre autoservicios de todos los tamaños en el país, el consumo de productos de la canasta básica cayó 7,3% durante agosto en relación al mismo mes del año pasado.

Los principales productos de la canasta básica (alimentos, bebidas y artículos de limpieza e higiene) vienen encabezando el pernicioso ranking de la inflación de los alimentos en los últimos meses, y que llevaron el costo de la canasta básica de la pobreza a unos $120.000 mensuales.

Para tener una idea cabal de lo que está sucediendo en la economía: una inflación de esta magnitud implica -ni más ni menos- que el costo de la canasta familiar para no caer en la pobreza se incrementa en alrededor de $8.000 a $10.000 mensuales.

Te puede interesar

No hay ningún bono ni acuerdo salarial que logre siquiera igualar esa pérdida del poder adquisitivo.

 

Fuente: iprofesional.com